Pregón de 2011

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2011

Permíteme Señor una pregunta:

¿Cómo hacer de Tu Cruz el centro de mi vida?

Vivimos en un mundo en el que estamos rodeados de muerte y jugamos a ser felices, donde hemos declarado al progreso como dogma.

Un mundo donde la Cruz nos es esquiva al sentimiento y nos hacemos un Cristo a medida, entendible en su faceta humana y adaptado a la mentalidad presente.

¿Donde encaja el crucificado?

En este mundo en el que todos los humanismos chocan con la Cruz. Donde hoy, todavía, como en la antigua Roma, el Dios crucificado se hace incomprensible.

Fuiste y sigues siendo signo de contradicción, vergüenza para unos e irrisión para otros.

¡Ni siquiera Pedro supo comprenderte!

Y sin embargo, ¡Tú nos pides que la abracemos voluntariamente!

Y en ese intento y ante su crudeza, la hemos rodeado de rosas y la hemos convertido en señal de triunfo o sentimentalismo, porque en su desnudez es signo que contradice lo humano y razonable.

Y seguimos ciegos a la visión de que es Ella quien nos libera de las leyes y coacciones de la historia.

Me desconcierta, Señor, ver cómo nos hemos acostumbrado a vivir con Ella sin mirarla con compasión y agradecimiento. Me desconcierta que no nos pongamos ante Ella con el pecho abierto y el alma desgarrada. Y que no veamos en su contradicción la liberación de las falsas libertades.

Hoy, los cristianos, entendemos mejor el Dogma de la Encarnación. Pero si hacemos de éste el centro de la vida, mitificándolo, hasta el punto de sacar de ella a la Cruz, acabaremos por olvidar lo que la redención descubre y tiene de muerte a este mundo.

Tampoco creo, Señor, que se trate de reducir Tu Pasión a un simple ejercicio de “dolorismo”, y que lo único que cuente sea lo mucho que sufriste.

Encarnación, Cruz y Resurrección deben manifestarse en su unidad y en su diferencia.

Debemos recordar que “quien conoce el misterio de la Cruz y el Sepulcro, conoce las verdaderas razones de todas las cosas. Y quien se adentra en la Resurrección descubre el fin último por el que Dios lo creó todo desde el principio”.

Con la Cruz se produce un giro en la visión del hombre, pero mucho más, nos cambia el concepto de Dios.

La Cruznos descubre al verdadero Dios, que no es ya un Dios de poder. Es un Dios de Amor, un Dios de servicio.

Por todo esto la Cruz es revolucionaria, porque está llamada a provocar un cambio en nuestra visión de la realidad. Pero sobre todo, a cambiar nuestra vida.

¡Cristo de los Milagros!

No nos dejes caer en la simple admiración de Tu sufrimiento, en la mera emoción de Tu contemplación, y ayúdanos a tomar nuestra Cruz y a adentrarnos en una nueva y distinta manera de vivir.

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