Santísimo Cristo de los Milagros

  • Autor: Francisco Palma Burgos.
  • Fecha de realización: 1938-1939.
  • Iconografía: La Crucifixión.
  • Dimensiones: 1,80 m.
  • Materiales: Madera policromada.

El Santísimo Cristo de los Milagros representa un Cristo yacente en la cruz. La creación de esta imagen tiene su leyenda particular. En la Memoria del Acta Pro-constitución y en el Acta de Constitución de la Hermandad del Santísimo Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura, fechadas respectivamente, el 5 y el 16 de marzo de 1938, se especifica que la comisión organizadora de la corporación ya por aquellas fechas, había realizado una serie de gestiones relacionadas con “el encargo hecho al escultor Don Francisco Palma García de una escultura representativa de Cristo muerto en la cruz, en talla de madera y tamaño natural”.

Al sobrevenir la muerte de Palma García en diciembre de aquel año, el proyecto fue transferido a su hijo Francisco Palma Burgos.

Marcha "Un milagro de leyenda" Jose Ignacio Fortis Pérez

Palma Burgos presenta un Crucificado muerto con mínima laxitud en su morfología corporal, que le imprime un contenido aire mayestático. El acusado y tirante alineamiento de las extremidades con los travesaños de la cruz es subrayado también por las palmas de las manos, plenamente extendidas en actitud de acogida hacia el espectador. El modelado del tórax es la zona escultórica la inexperiencia y limitaciones del joven Palma, al tratar de recrear, mediante la excesiva conformación de la caja torácica, el abultamiento del pecho ocasionado por los esfuerzos respiratorios, previos al momento de expiración. La cabeza del Cristo de los Milagros, es el elemento que mejor permite apreciar las pautas estilísticas por las que iba a discurrir el estilo individualista de Francisco Palma, caracterizado por un gran dominio de la técnica y una profunda función religiosa.

El artista se complace el conformar la faz de su primera obra como una yuxtaposición de planos que determinan una serie de pronunciadas cavidades en el modelado. En ellas se encajan los abultados párpados que remarcan las arqueadas cejas, la solida boca y, por último, la pronunciada nariz que distribuye los rasgos en dos mitades perfectamente simétricas y delimitadas por la raya que separa los cabellos. La frente, amplia y de perímetro triangular, es el soporte de una cabellera lacia que se desliza sobre los hombros en buques muy gruesos y movidos, que se repiten en el tratamiento de los mechones de la barba. Digna de todo encomio es la soberbia policromía de la que hace gala el Cristo de los Milagros, como adecuado complemento plástico de sus medianas calidades como talla nobel. Las cálidas entonaciones tostadas y pulimentadas de la encarnadura y la escueta presencia de sangre, reducidas a manchas púrpuras, repercuten en todo un despliegue de efectos sensuales que dota al desnudo de una palpitante y táctil apariencia que ya fue advertida como parte de su “éxito de la interpretación de los detalles: el sentido moderno de la euritmia, la belleza ponderada del volumen, las contracciones del dolor representadas por planos simplificadores con que se logra una discreta audacia de relieves, una morbidez ideal y extrahumana”.

Como también afirmaba Manuel Prados y López, en alusión al Cristo de los Milagros, “el Cristo de Palma es un Milagro de ternura y de juventud”.

Milagroso es este Cristo que arrastra tras él a numerosas personas que van de promesa.

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